La realidad del turismo emergente

El logro es, ante todo, el producto de la constante

elevación de nuestras aspiraciones y expectativas.

Jack Nicklaus

 
turismo emergenteAnte la tendencia de la actividad turística, hace algunos años, un grupo de empresarios -no sólo en el país y en Quintana Roo considerado el icono del turismo nacional-, sino también dimensionando la dirección que estaba tomando en el concierto internacional, propusieron en varios foros la declaración del concepto: turismo prioridad estatal, como un rumbo estratégico en las políticas públicas.
La pretensión no consistía simplemente en su inscripción en los documentos que definen el desarrollo de la entidad, toda vez que es común que las iniciativas se plasmen en el papel y al poco tiempo se conviertan en letra muerta en tanto la realidad toma otros derroteros.
Por el contrario, se buscaba que a partir de esa definición política, se instrumentaran una serie de programas, proyectos y acciones, que mediante un esquema congruente de transversalidad, todas las acciones de gobierno se alinearan en torno del turismo, habida cuenta del reconocimiento que se le otorga  como el motor de la economía estatal.
Lo anterior, sin descuidar el propio desarrollo y crecimiento que tienen en sí mismas las demás actividades económicas, ya que si bien es importante la diversificación productiva en lo general, quedaba claro que debería existir un rubro integrador, y que éste era el turismo.
En paralelo, la propuesta incluía como un elemento fundamental, la atención, contundente y específica, en igualdad de importancia, a todos los destinos turísticos de la entidad, y de manera particular aquellos que tienen el potencial suficiente para elevar la competitividad de todos sus niveles de oferta turística, como lo es el sur del Estado. Se buscaba, evidentemente, un equilibrio entre los montos de inversión, tanto en infraestructura como en el recurso destinado a la promoción y a elevar la calidad en el servicio.
Sin duda, había la clara intención de romper los paradigmas de que la prioridad de las acciones de gobierno, el tiempo de atención y los recursos, se concentraban en el norte del Estado porque ahí estaba la gran actividad turística, y el argumento, de que el sur no se desarrollaba porque no tenía un número importante de visitantes, y no tenía visitantes porque no se desarrollaba. Estos paradigmas si bien no eran resultado de alguna consigna, en la práctica así operaban, en mucho por la inercia misma del norte y un poco por la falta de acuerdos reales en el sur.
No se dejaba de lado la observación de que era impostergable caminar en consecuencia, so pena de que de no hacerlo, la acelerada dinámica del turismo, iba a ensanchar rápidamente la brecha entre un norte más consolidado y el resto  con cada vez menos posibilidades de crecimiento. A la distancia, podemos comprobar que la brecha se ha incrementado, es decir, los destinos emergentes están más lejos de alcanzar los niveles de competitividad que tienen otros destinos del Caribe. A su vez, el turismo aún no forma parte de la agenda de muchas dependencias institucionales, y la atención gubernamental a estos destinos es insuficiente.
En consecuencia, en el sur, el sector empresarial en general y en particular los actores del turismo, continúan haciendo enormes esfuerzos para mantener sus empresas en rangos aceptables de competitividad, y tratando de cubrir el vacío institucional. Es muy probable, no se podría afirmar porque no se ha hecho, pero sí existe la sensación de que si se analizan números, la inversión privada anual, tan sólo en materia de promoción para el sur, es claramente mayor que la inversión pública.
Tal parece que la experiencia histórica no significa nada, porque una verdad del tamaño del mundo es que no hay naciones o regiones que hayan logrado un desarrollo sostenido y sustentable, cuando el detonador de su crecimiento económico presenta tales contradicciones que no logra ser un factor de equilibrio entre las partes, un elemento promotor de avances paralelos, un generador de actividades productivas colaterales, y un gestor de bienestar general e integral.
Seguramente, como en muchas cosas de la vida, el éxito o el fracaso no es atribuible solamente a un único responsable, sino que cada quien deberá asumir la parte que le corresponda, de acuerdo a sus atribuciones y responsabilidades. En este sentido, vale la pena señalar algunos rumbos que no implican, en sí mismos, erogaciones económicas, sino voluntad política de las partes. Por una parte, es prioritario integrar al sector productivo y a las instancias públicas en una mesa de discusión, que elabore en primera instancia una agenda de trabajo y una ruta crítica con metas y fechas de cumplimiento.
Instancia que no debe ser muy grande en el número de sus integrantes, toda vez que los análisis, acuerdos y decisiones se agilizan y son más productivos y eficientes entre pocos, siempre y cuando sean las personas adecuadas. En dicha agenda, los temas torales tendrán que ver con productividad, calidad en el servicio, infraestructura, estrategias de promoción, transversalidad, certeza en la tenencia de la tierra, conectividad marítima, aérea y terrestre, puesta en valor de la natura, cultura y aventura de manera integral con todo lo que ello implique, así como el establecimiento de un mecanismo permanente de elaboración de estudios y proyectos viables, posibles, mensurables y de corto plazo.
Las alternativas de crecimiento económico están puestas en el turismo como eje central y en la consolidación de actividades económicas estratégicas, algunas con enorme potencial como todo lo relativo a las artesanías de excelencia en sus materiales y manufactura, que las hay. A final de cuentas, en el sur y en otros destinos turísticos emergentes de la entidad, está latente la pregunta en todos los actores que son los que en última instancia generan riqueza y bienestar, y a nosotros cuándo nos tocará.