La cooperación no es ausencia de conflicto sino el medio para resolver el conflicto.
Sin importar el contenido y orientación de las diversas corrientes políticas, la sociedad mexicana demandaba, como una condición no negociable, respuestas en materia de seguridad y de reformas constitucionales. Dos temas prioritarios en la agenda nacional, que han sido tan abordados en lo ideológico hasta el cansancio, y sin embargo, con carencias de propuestas concretas en cuanto a los cómos y los hasta dónde.
Le toca el turno a la Reforma Energética, y como era de esperarse, ha generado una apabullante ola de comentarios y opiniones, que para el ciudadano medio pudiera parecerle exagerada, toda vez que haría falta un tiempo razonable para abundar en su contenido y dimensionar sus alcances.
La realidad del país, y es triste aceptarlo, es que estamos tan condicionados a las especulaciones, a la desinformación, a la manipulación, y a los juicios rápidos, que producen como consecuencia lógica, una memoria histórica dispersa, distorsionada y superficial, que nos ha sometido a lo largo de los años a una enorme dependencia de condicionamientos reales o ficticios.
Por principio de cuentas, la reforma energética no es sólo la industria petrolera, ni tampoco solventará de la noche a la mañana las enormes deficiencias en la administración, productividad y eficiencia comercial, y mucho menos erradicar las prácticas de intereses ajenos y la corrupción imperante, tan sólo habría que pensar en los tejes y manejes de los sindicatos de PEMEX y la CFE.
Y por si esto fuera poco, hay que hacerse a la idea de que los primeros resultados de una reforma constitucional de esta magnitud, que sean notorios y medibles tanto en el bolsillo de los ciudadanos como en las finanzas de las empresas, estarán más allá de lo que se plasme finalmente en el texto jurídico.
La razón es más que obvia, su instrumentación requerirá de un largo e inevitable proceso, toda vez que implica se empiecen a concretar programas y acciones, se elaboren procedimientos, estructuras y normatividades, proyectos técnicos y reestructuraciones, que de ninguna manera serán fácil, y sobre todo, mecanismos y esquemas, que mediante acercamientos sucesivos se evalúe el avance de la concreción, a fin de no desviarse del camino correcto, y en su caso, realizar los ajustes a que haya lugar.
Se trataría con la reforma, no de parchar a medias el modus operandi vigente. Por el contrario, una reforma constitucional que vaya va al fondo de las políticas públicas, buscando preservar y garantizar la rectoría del Estado por un lado, y por otro, recuperar la eficiencia plena de las dependencias e instituciones involucradas y la competitividad del sector productivo, sin menoscabo del impacto social.
Se trata con temas tan complejos, como revertir las restricciones para la inversión privada que actualmente son más duras que en China, o solventar la crítica situación por la disminución acelerada de la producción de crudo en diversos yacimientos, y no se diga del déficit de refinación; actualmente el 40 por ciento de la gasolina que se consume en el país se importa, y lo mismo sucede con el gas y el diesel.
En la mesa de las discusiones estará sin duda, el papel que PEMEX ha jugado como sostén del Estado, lo que generó desde hace mucho tiempo, el deterioro paulatino de la paraestatal sobretodo en modernización e inversión para elevar rentabilidad, y disponer de los recursos generados para solventar la ineficiencia de las políticas públicas e incursionar en otras fuentes de recaudación.
¿En qué medida, se lograrán reducir estos lastres y encontrar nuevas fórmulas que permitan una reforma integral del ser y quehacer energético? Para poner un ejemplo, será necesario volver la cara para incentivar y promover con mucha firmeza la investigación y puesta en valor de diversas fuentes de energía alterna, que de paso son más limpias y amables con el medio ambiente.
En resumen, la reforma energética apenas empieza, y su instrumentación requerirá de la concurrencia de todos para llevarla a buen puerto y acorde con la realidad y necesidades del país. Afortunadamente, y para orgullo de Quintana Roo, está al frente de la Secretaría de Energía un político de reconocida a innegable capacidad administrativa, comprometido con sus convicciones de servidor público, y con visión de futuro.
Seguramente su talento será pieza fundamental en este parteaguas histórico, porque a pesar de que será un proceso complejo, hay que reconocer que el país y con ello se debe entender, los mexicanos, estamos convencidos de que no se debe soslayar o diferir hacer frente a las reformas que el país requiere. El paso no está dado, y siempre será mejor, que no hacer nada.