Los dividendos de la probidad

El proyecto habrá de revitalizar nuestro comercio al conectar los océanos Pacífico y Atlántico, una ruta soñada aún antes de que se diseñara el Canal de Panamá.

Para el sur de México, estos días son es trascendentes. El inicio de los trabajos del Tren Maya, el proyecto de Estado más importante de los últimos años, marca un hito en la historia de la zona, pues desde su primera etapa generará millares de empleos directos e indirectos y ello paliará la miseria en que viven los casi once millones de habitantes del área, según el Inegi.

Poco pesan las falaces protestas de pueblos originales y de ecologistas de nuevo cuño que auguran quiméricos desastres, no sólo por el aval de Naciones Unidas sino también por la propia solidez de un proyecto que habrá de revitalizar nuestro comercio al conectar los océanos Pacífico y Atlántico, una ruta soñada aún antes de que se diseñara el Canal de Panamá.

Mas la semana también trajo, al menos en los ámbitos federal y de Quintana Roo, buenas noticias en lo político. La protesta contra el presidente López Obrador resultó pasmosa hasta para sus artífices, pues su convocatoria fue tan menor que tuvieron que mercar espacios en redes sociales para lucir sus pancartas. De manera literal, fueron arrollados por un tren…

Desde luego, razón tienen al enfatizar con voz sonora su derecho a disentir; hasta el propio presidente, tras ser inquirido sobre la protesta, respaldó el derecho de sus contrarios a manifestarse, aunque eso sí, les invitó con gallardía a guardar sus ansias para las elecciones por venir. Claro, con tal oposición, difícil es que pierda el sueño. Debería buscar un mayor disenso o uno más ruidoso para fortalecer su perfil democrático.

La distinción que éste hiciera al gobernador merece cita aparte. “Carlos Joaquín es progresista y honesto, y eso es cosa buena” apuntó. No es frase menor: la dijo a un gobernante con el que no siempre ha coincidido, a uno que le ha objetado su política fiscal; a uno, en fin, que tiene voz propia. López Obrador no es dado a la lisonja y de allí, también, lo inusual del encomio.

La frase, además, es un reconocimiento tácito a la labor del gobernador para enfrentar no sólo la crisis sanitaria, sino también la financiera que nos heredó la epidemia. Debe recordarse que la asistencia a la población estatal impulsada por su gobierno comenzó antes de la llegada de los apoyos federales. Así pues, Carlos Joaquín recibe los dividendos de su probidad.

Por Nicolás Durán de la Sierra