Millennials, endeudados y sin vivienda propia

Millennials, endeudados y sin vivienda propia

Millennials, endeudados y sin vivienda propia. Nacieron en tiempos de crisis, y desde que comenzaron su vida laboral se han enfrentado a dos grandes debacles económicas.

“Ni en sueños me alcanza para comprar una casa, apenas puedo pagar la renta de un cuarto en un departamento compartido”, comenta María Arroyo, de 32 años. En México, los millennials, la generación que nació en la década de los ochenta y la primera parte de los noventa, conocen bien las crisis económicas, ya que crecieron entre la caída de los precios del petróleo, el incremento de la deuda externa y la devaluación de la moneda frente al dólar.

Al comenzar su vida laboral se enfrentaron a la crisis financiera global del 2008, y ahora, en su época de mayor productividad, viven el gran colapso de la economía mundial.

Es una generación que vive de forma precaria, endeudada y sin la capacidad de construir un patrimonio. No pueden mejorar en términos sociales, pues no existen las condiciones”, comenta el Dr. Carlos A. Jiménez Bandala, especialista en Estudios Organizacionales por la Universidad Autónoma Metropolitana en México. La generación millennial, o generación Y, vive con números rojos y sin reservas para enfrentar cualquier emergencia. Según la empresa reparadora de crédito Resuelve tu deuda, el 63% de los jóvenes no cuentan con un fondo de ahorro, y un 68% tienen una deuda. Por lo que se prevé que lleguen al final de la pandemia sobreendeudados.

Muchos millennials comenzaron su carrera laboral en la crisis del 2008. Desde entonces no han podido revertir las carencias económicas, y los especialistas indican que esas condiciones solo se recrudecerán en el trancurso de su vida. Al respecto, el Informe Petras revela que la actual generación será la primera en tener una peor calidad de vida que sus antecesores, y eso mismo les espera a los más jóvenes.

Covivienda: nueva forma de hacinamiento

Millennials, endeudados y sin vivienda propia. El sueño de trabajar en una empresa para comprar una casa es impensable para las actuales generaciones. La incertidumbre económica que trajo la pandemia incluso ha obligado a los jóvenes a desocupar los cuartos que rentaban y regresar a casa de sus padres. Según cifras de la comunidad virtual Dada Room, en la Ciudad de México uno de cada cinco jóvenes regresó a casa, y otros optaron por compartir espacios con más personas. Incluso hay parejas que viven con desconocidos para poder solventar los gastos.

Se ha popularizado la idea de que las generaciones jóvenes prefieren vivir en comunidad, y que no les interesa invertir en su patrimonio. El profesor Jiménez Bandala argumenta que, por el contrario, los bajos ingresos de los millennials los dejan sin la posibilidad de adquirir una vivienda. “En la Ciudad de México, solo un 1% de los jóvenes son sujetos de un crédito hipotecario en relación con sus ingresos. Los censos muestran que la gente vive hacinada bajo el concepto de cohousing, y algunos logran comprar, pero en municipios periféricos a la ciudad, y hacen hasta tres horas de camino para llegar a su trabajo”.

La trampa de la pobreza

Millennials, endeudados y sin vivienda propia. Los jóvenes en México creen que no hay posibilidades de mejora social, lo cual confirma un estudio realizado por el Colegio de México. Este revela que solo el 2% de las personas en condiciones de pobreza pueden escalar socialmente. Eso genera desánimo y desesperanza en la sociedad, pues cada vez que un universitario no obtiene empleo, o tiene un trabajo precario, los familiares piensan que no tiene sentido seguir el mismo camino. “A eso se le llama la trampa de la pobreza: la gente ya no cree en un proyecto educativo ni laboral, lo que se convierte en un círculo vicioso.

Hicimos un estudio de campo en las comunidades marginadas del país, y lo que observamos fue que el crimen organizado vigila esas zonas, e identifica a los jóvenes con liderazgo, los recluta y les paga grandes cantidades. Para los jóvenes, esa es la forma de mantener a la familia”, comenta el investigador Jiménez Bandala quien teme que esta práctica se expanda al resto del país.

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