A medida que han crecido los grupos de extrema derecha en todo el mundo, muchos de sus integrantes han insistido en que la preocupación más grande son las tasas de natalidad en declive.
Supremacistas blancos. Después de la masacre de cincuenta personas en mezquitas de Nueva Zelanda, el sospechoso emitió un documento llamado El gran remplazo. La primera oración decía: “Se trata de las tasas de natalidad”. La repitió tres veces.
La frase acerca del remplazo hacía eco de lo que gritaron los supremacistas blancos con antorchas en mano en Charlottesville, Virginia, en 2017: “No nos remplazarán”. Ese también es el eslogan del grupo neonazi Identity Evropa.
Detrás de la idea se encuentra una teoría conspirativa racista conocida como la teoría del remplazo, que fue popularizada por un filósofo francés de derecha. La hipótesis, una extensión de la teoría colonialista, se basa en la idea de que las mujeres blancas no están teniendo suficientes hijos y que las bajas tasas de natalidad llevarán al remplazo de las personas caucásicas en todo el mundo por parte de personas de otras razas.
“Para las personas que están en el movimiento del poder para la raza blanca, todo se enmarca dentro de la reproducción y el género”, dijo Kathleen Belew, profesora de Historia en la Universidad de Chicago que ha estudiado a estos grupos.
A medida que han crecido los grupos de extrema derecha en todo el mundo, muchos de sus integrantes han insistido en que la preocupación más grande son las tasas de natalidad en declive. Esa preocupación, que consideran una amenaza existencial, ha llevado a debates acerca de cómo las mujeres están trabajando en vez de criar familias.
Los grupos culpan al feminismo y por ello han planteado preguntas que no se hacían hace una década, como: ¿acaso las mujeres deben tener derecho a trabajar y votar?
La obsesión con las tasas de natalidad está dando forma a los objetivos políticos dentro de la extrema derecha y también sirve como consigna de reclutamiento. Los expertos que dan seguimiento a estos movimientos dicen que se muestran alarmados por la velocidad y la fuerza con que se está extendiendo esta idea, sobre todo entre los jóvenes radicales.
“En su mentalidad de un choque de civilizaciones, los hombres blancos están en una posición más vulnerable porque sus mujeres no están llevando a cabo el trabajo de la reproducción”, dijo Arun Kundnani, profesor de la Universidad de Nueva York y autor de The Muslims Are Coming! Islamophobia, Extremism and the Domestic War on Terror.
“Están diciendo: ‘Miren, los musulmanes tienen a sus mujeres donde deben estar y nosotros no lo estamos haciendo como se debe’”.
La preocupación por las tasas de natalidad ha llegado a un punto crítico, en parte, debido a estudios recientes que muestran un declive en el número de espermatozoides y testosterona entre los varones. Algunos están comprando contadores de esperma que pueden usar en casa y otros están recurriendo a la terapia de remplazo de testosterona, convencidos de que la modernidad los ha feminizado.
Estos hombres les han dado a los viejos miedos un nuevo ángulo científico y han llevado a muchos en estas comunidades a promover políticas más violentas y apocalípticas.
Supremacistas blancos. Aunque esos temores se agravan en los foros de discusión en internet, se están extendiendo a conversaciones convencionales de la derecha. Por ejemplo, Tucker Carlson, conductor de Fox News, ha participado en algunas de estas conversaciones.
En alguna ocasión, comenzó su programa con un segmento que según él se trataba del “problema más grande que enfrentará nuestro país de ahora en adelante”, más grande que las guerras y el producto interno bruto: el colapso de las familias. La causa principal de ese colapso, comentó, era que algunas mujeres ahora están ganando más que algunos hombres.
El pánico de las tasas de natalidad ha estado creciendo durante algún tiempo. En un libro de 2012, el filósofo francés Renaud Camus argumentó que todos los países occidentales estaban acercándose a la erradicación mediante las tasas de natalidad. Eso ha ayudado a impulsar campañas nativistas como la del político neerlandés Geert Wilders.
Se convirtió en la filosofía fundamental del ataque en Charlottesville, Virginia. Además, el representante Steve King, republicano de Iowa, tuiteó en 2017: “No podemos restaurar nuestra civilización con los bebés de alguien más”.
Muchos de estos grupos han tomado estadísticas que muestran tasas de natalidad en desaceleración en algunos países occidentales. En Estados Unidos, la tasa de natalidad ahora es de alrededor de 1.765,5 nacimientos por cada mil mujeres, de acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), una cifra que está debajo del nivel necesario para mantener estable la población sin la inmigración.
El diálogo en torno a las tasas de natalidad —y la pregunta que lo acompaña, acerca de la libertad continua de las mujeres— se ha vuelto una herramienta clave de reclutamiento para los supremacistas blancos. A menudo es el primer punto político en común que un reclutador supremacista blanco encontrará con un candidato, sobre todo los jóvenes.
En conversaciones en torno a “los videojuegos y los libros de cómics y todas esas cosas que no están relacionadas con la política, el antifeminismo es un punto fácil de acceso para presentar tu argumento y después encaminar a las personas”, dijo Annie Kelly, estudiante de doctorado en la Universidad de East Anglia, en el Reino Unido, que está investigando el impacto de las culturas digitales en el antifeminismo y la extrema derecha.
Supremacistas blancos. En cuanto un grupo de personas en un foro en línea está de acuerdo en que el declive de las tasas de natalidad entre la población blanca es una amenaza existencial, entonces la conversación se vuelve política. En algunos casos, la respuesta es que las personas que no son de raza blanca deben ser asesinadas. A menudo la respuesta es que las mujeres blancas deben ser “reeducadas”.
“Lo que está arraigándose más es la idea de revocar el derecho que tienen las mujeres de votar”, comentó Kelly. “Eso es algo que solía ver en los espacios abiertamente neonazis, pero ahora estoy viendo que se introduce en espacios menos extremistas. Primero lo presentan como una broma, desde luego, después como una política aceptable con la que quizá no todos los usuarios están de acuerdo, pero que vale la pena analizar”.
Por Nellie Bowles con información The New York Times en Español