Editorial Agosto – Septiembre 2009

Resulta curioso, por decir lo menos, la construcción de una magna obra en Cancún llamada Plaza Bicentenario. Nadie pugna por vivir en el conformismo, solo que para mejorar, no hay que pisotear, es decir, qué bueno pensar que al ser el destino turístico más importante del país, se piense en tener un edificio de oficinas de primer mundo para el Ayuntamiento; claro, hasta ahí suena coherente.
Lo que no suena tan congruente es que el propio Ayuntamiento solicite préstamos porque no se tiene ni para ni pagar lo más básico como es la nómina de sus trabajadores, ni tampoco tener para invertir en espacios culturales y recreativos (nada más asómese al humildísimo Teatro 8 de Octubre), al tiempo de pensar en erogar 260 millones de pesos! para una plaza con su palacio municipal y, quizá lo peor: con el argumento de que “ese sí será un sitio para los jodidos”, ups disculpe la expresión, fueron palabras textuales de su alcalde.

Por primera ocasión, habitantes de áreas tan disímiles económicamente como supermanzanas 29, 30, 31, 32, 44, 59, 93, 228 y 518, así como vecinos de Pok Ta Pok en la zona hotelera, realizaron una marcha ciudadana pacífica para protestar por tanta insensatez de la autoridad municipal; una manifestación cuyos participantes fueron llamados anarquistas… también por su alcalde. Luego de respirar profundo y contar no hasta 10 sino hasta 20, uno se pregunta ¿cómo, nosotros, comunes mortales, podemos controlar los desatinos de quienes llegan al poder y sin control toman las decisiones públicas?
Pareciera que estamos condenados a soportar las imposiciones. Los últimos 5 alcaldes de Cancún se han encargado de violentar el Plan Maestro de Desarrollo Urbano autorizando mega construcciones en espacios públicos, deteriorando la calidad de vida de todos nosotros. Los cambios de uso de suelo –como el de la SM 34 que era de equipamiento y ahora ya se puede construir- han provocado que nuestra antes selvática ciudad, paradójicamente, hoy día carezca de áreas verdes y zonas dignas de esparcimiento. Esos cambios de suelo se han convertido en un super negocio para fraccionadores y autoridades: nuestros parques y zonas verdes se han ido transformando en gasolineras, centros religiosos, zonas habitacionales y centros comerciales.
Resulta muy gratificante la participación ciudadana en su conjunto. Ahora que el repudio hacia un alcalde, otro más, ha logrado unir fuerzas, es quizá el momento de enfocarlas en el aspecto legal, lo que realmente puede controlar el asunto: ningún gobernante puede escudarse en la autonomía que otorga el artículo 115 de nuestra Constitución para actuar sin límites. Tenemos que buscar la forma jurídica para frenar la ambición de ciertas autoridades y detener sus obsesiones. Ahí están nuestros Diputados cuyo trabajo es legislar en beneficio de las mayorías ¿Hay que cambiar la ley, hay que poner candados legales? Háganlo Diputados, la sociedad lo exige y es su responsabilidad hacia todos nosotros.

Yvette Hesse

Dirección General