Editorial Dic’13 – Ene’14 por Yvette Hesse

EDITORIAL DIC’13 – ENE’14

No es que no nos guste pagar impuestos. Lo que desagrada y, mucho, es la nula rendición de cuentas sobre los montos recaudados. La aprobación unilateral de la Reforma Hacendaria, que en realidad se enfoca a cobrar más impuestos a todos nosotros, fue un golpe a la economía no solo de las empresas (pequeñas, medianas y grandes), sino a la de los mexicanos. Los números son demoledores: La homologación del IVA en la frontera del 11 al 16%, el aumento en los precios de la gasolina, el impuesto del 8% a productos azucarados, el gravamen de 16% al alimento para mascotas, el aumento del ISR, castigando la productividad, la desaparición de los Pequeños Contribuyentes, entre otros, afectarán la evolución de la inflación durante 2014.
De acuerdo con el economista Marco Oviedo, de Barclays, la Reforma Hacendaria traerá un crecimiento negativo en el consumo e inversión de las empresas pues tendrán que pagar más impuestos y ello generará un costo de 0.5 puntos del PIB. Es evidente que las disposiciones fiscales aplicarán al sector formal de la economía, sin que se complementen medidas efectivas para reducir de manera significativa la actividad informal, que incluso podría verse incrementada. Así las cosas, no está muy claro el rumbo de México, hacia dónde lo quieren llevar quienes, temporalmente, están al mando de las grandes decisiones. ¿Qué nos queda? ¿Rebelarnos? ¿Quejarnos? ¿Desanimarnos? No, nos queda una gran lección: involucrarnos más en los asuntos de orden público. Utilizar la única herramienta pacífica de las democracias: las elecciones.
Si los servidores públicos nunca sienten las consecuencias de sus decisiones, si nunca les cobramos el tan sonado “costo político”, seguirán representando solo sus intereses y los de su partido y, no nos representarán, lo cual es su obligación. ¿Qué hacer, se estarán preguntando en este momento? Quizá una acción inteligente sea lo que ya alguien ha propuesto por ahí: adoptar un Regidor, un Diputado o, un Senador, o sea, seguirle los pasos, informarnos en qué sentido realiza su voto en tal o cual iniciativa, a dónde ha viajado (a costa de nuestros impuestos claro), y qué resultados tuvo su travesía internacional (porque “casualmente” los viajes son al extranjero); así, cuando regrese a su Distrito, que informe realmente los beneficios de su trabajo, de sus actividades, qué tan productivo para México fue su viaje a Londres por ejemplo. Y así, luego de analizar el informe del “adoptado”, podremos decidir si merece nuestro voto en las próximas elecciones, si merece ocupar una regiduría, una curul, una alcaldía, la gubernatura o hasta la presidencia.
Una forma de exigir la rendición de cuentas puede ser a través de agrupaciones empresariales, sociales, civiles pues en grupo quizá el efecto más eficaz. Suena iluso, pero no lo es. En países donde la Rendición de Cuentas es “normal”, sucede. ¿Por qué en México no? Reitero, nuestra arma pacífica son las elecciones, ahí, nosotros debemos decidir quién gobernará. Si esto que comento suena muy “complicado” o “nos da flojera”, sigamos pues en la pasividad, viendo el futbol y las telenovelas; sigamos observando cómo despilfarran y se reparten la riqueza de nuestro País, así, sin que hagamos nada. Es nuestra decisión: apatía o participación

Yvette Hesse E.

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