Editorial Junio – Julio 2007

¿Por qué será que los titulares de la Semarnat esperan hasta que ya todo está construído para inspeccionar y luego solo cobrar una multa por violación a las normatividades? Quizá nada es fortuito. Quizá hay algo más detrás de las opacidades. Quizá somos mal pensados pero es una tremenda coincidencia que ni se escuche ni se vea ninguna irregularidad cuando de repente aparece en pleno Boulevar Kukulkán un proyecto llamado Grand Island, con 18 torres de 20 pisos cada una! Nada tendría de malo, de no ser porque se trata de un predio en la ya de por sí sobredensificadísima zona hotelera. No debemos olvidar la historia reciente: el cuestionado hotel Riu que, una vez terminado, ‘alguien’ se dio cuenta de infinidad de irregularidades, se le impuso una multa y listo, todo se olvidó. Por increíble que parezca, la misma situación continúa pero, con el pequeño detalle de que ya desde hace tiempo, la zona hotelera de Cancún vive bajo la amenaza de un colapso urbano si no se controla precisamente la sobredensificación y no se dota de la infraestructura necesaria para servicios públicos.
Los permisos y licencias para el Grand Island fueron otorgados por el ex alcalde interino Carlos Canabal, a espaldas del Cabildo, es decir, el cambio de uso de suelo, solicitado por el empresario constructor, fue aprobado irregularmente en dos sesiones que se celebraron de noche, casi en secreto. Así las cosas, Canabal entregó a Bay Wiew Grand una licencia de construcción, pese a que el proyecto rebasa abrumadoramente —178 por ciento—, la densidad permitida por el Programa Director de Desarrollo Urbano. Curiosidades de la vida: Gran Island presenta raras inconsistencias de origen: duplicación de actas de Cabildo con contenidos distintos, en diferentes fechas en el Periódico Oficial del Estado, que no fueron corregidas, ni revocadas por el actual gobierno municipal, algo así como que se validó lo ilegítimo.
La empresa comenzó a vender el proyecto, con reajustes aparentes, que reducen 32 por ciento de su densidad original, pero aumentan el número de torres, pues antes eran 16, ahora son 18, con 20 pisos cada una. En noviembre de 2005, los promotores aseguraron tener una autorización de impacto ambiental emitida por la Semarnat, pero el Instituto de Impacto Ambiental de Quintana Roo advirtió a esa dependencia que el proyecto no cumplía con el ordenamiento ecológico, ni con el programa director de desarrollo urbano. El Gobierno del Estado también advirtió a la Semarnat que no tenía por cierta la existencia de un cambio de uso del suelo publicado en el Periódico Oficial para respaldar la densificación de las obras. La construcción de torres y edificios de proporciones desmesuradas, encarecen los servicios y deterioran la calidad de vida; de nuevo, ¿solo pagarán una multa y se olvidará el asunto?

Yvette Hesse

Dirección General