La Integración Regional

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Análisis y Proyección en América Latina

A partir de los años noventa, América Latina impulsó una nueva tendencia geoestratégica, basada en la integración económica regional. El contexto de la globalización y los índices de recuperación posterior a la crisis de los ochenta, implicaron nuevas alternativas de desarrollo que abrirían panoramas diversos para la región latinoamericana.


Por primera vez la región geográfica buscaba participar activamente en la arena internacional, dominada por la globalización y la apertura de mercados, implementando reformas y ajustes económicos acorde al neoliberalismo global imperante y a los requerimientos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial por los refinanciamientos de la deuda externa; fue bajo este mismo esquema, que la integración económica entre naciones comenzó a tomar fuerza.


Los años 90 se centraron en la desregulación económica, la apertura a nuevos mercados y la intensificación de las relaciones y compromisos integracionistas regionales que, al paso de los años, han logrado enfocarse más en el desarrollo sustentable de las naciones, que en meros intercambios de mercancías. Los objetivos integracionistas pretenden impulsar la competitividad y la productividad de la región, por medio de la alianza y el apoyo entre naciones; haciendo frente a las vicisitudes exteriores.


Fue bajo la renovación de los procesos integracionistas en los años noventa, que los gobiernos latinoamericanos comenzaron a definir sus propias estrategias para la diversificación de mercados, para el impulso de las relaciones internacionales y para la definición de sus propias alternativas de desarrollo.

Hoy, gracias a dichas estrategias, podemos identificar a aquellos países latinoamericanos que encaminan sus economías hacia una competitividad sostenida, posicionándose como economías emergentes potenciales, y aquellas economías que se mantienen inmóvilmente como subordinadas y/o dependientes.


El mapa siguiente muestra cómo se ha subdividido la región latinoamericana en diversos bloques económicos, donde se refleja también la viabilidad de las relaciones internacionales que ha impulsado cada nación.

Integración Económica Regional Contemporánea de América Latina

 

Haciendo un análisis breve sobre el mapa anterior, vemos el claro liderazgo que ejerce Brasil en Latinoamérica, al fungir como el gran precursor de lo que hoy conocemos como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR); pretendiendo crear un bloque económico de todo el Cono Sur,  implementando estrategias de desarrollo económico para el entorno sudamericano, en base al marco imperante carioca.


Chile, por su parte, ha impulsado una estrategia más neutral pero diversificada, por medio de la cual sus productos de exportación garantizan mercados en el orbe internacional. El haber logrado firmar tratados de libre comercio exitosos como el que tiene con México; además del que sostiene con China, Europa y Estados Unidos, participando como miembro alterno del MERCOSUR y entrando en negociaciones con la Comunidad Andina de Naciones (CAN), para reactivar su participación en dicho bloque económico, dejan en claro el objetivo central chileno de mantener una posición de competencia, dinamismo y vanguardia internacional.


Mientras Brasil y Chile se posicionan y garantizan la diversificación de sus mercados para colocar sus propios productos de exportación, México mantiene una geo-estrategia monótona, fijando sus intereses económicos en Norteamérica. Esta “fijación” hacia nuestro vecino del norte ha desdibujado el liderazgo que alguna vez pudo ejercer la nación azteca, con respecto de su región; América Latina.

Es en este sentido que la proyección de la integración latinoamericana a futuro, considera una división entre el norte y el sur del continente americano, quedando México en la división del norte, al margen del TLCAN, mientras el Cono Sur hace lo propio con un proceso integracionista autónomo y fortalecido: el UNASUR.


Centroamérica y el Caribe, junto con los países andinos son quienes han podido mantener esquemas integracionistas en su entorno geográfico por más tiempo. Estas tres subregiones latinoamericanas; la Comunidad del Caribe (CRICOM), el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) y la CAN han buscado desde los años sesenta y setenta, lograr mejores alternativas de desarrollo en base a la integración económica.

El mapa  refleja cómo hasta el día de hoy estas subregiones, a pesar de haber sufrido los embates de la crisis de los ochenta, han retomado la intención integracionista como la estrategia más viable para mejorar sus índices de competitividad internacional, por medio de la reducción de los costos y el apoyo conjunto.

Puede decirse que el MCCA ha sido el bloque de integración latinoamericano más exitoso de América Latina y el Caribe. (Guerra Borges; 1997; pg. 169).  Al tratarse de economías tan pequeñas, aprovechan las ventajas de la integración, para crear negociaciones internacionales en conjunto, que les permiten ofrecer productos y/o servicios más atractivos y productivos. Lamentablemente, la CAN ha incurrido en severas inconsistencias internas que hacen pensar muy probablemente en la desaparición del bloque, para conformar de lleno la UNASUR, al mando de Brasil.[1]


La política exterior define en gran medida, el rumbo de cada nación con respecto al contexto global. Una política exterior eficiente puede hacer la diferencia entre un país con posibilidades de emerger hacia la competitividad internacional y otro que permanece inmóvil en la periferia. Ya vimos cómo la región latinoamericana va tomando forma de acuerdo a los intereses específicos de ciertas economías influyentes. La esperanza se centra en la proyección que los países pequeños puedan hacer, aprovechando el beneficio de su vecindad con las naciones más potenciales de la región.

 

[1] Es importante considerar también el proyecto impulsado por los gobiernos izquierdistas de Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, entre otros, denominado Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Se trata de un proyecto más de índole política y social, basado en el intercambio de servicios y capacitación en salud, proyectos educativos y culturales, por recursos naturales, aprovechando las ventajas comparativas existentes entre los países miembros.

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