La pobreza y la desigualdad

Una solución al problema de la pobreza que se está contemplando en la Fundación del Empresariado Mexicano (Fundemex) es el impulso a “empresas sociales”.

La pobreza en México, aunada a la profunda desigualdad existente, son unos de los más fuertes retos –y amenazas también- que enfrenta nuestro país.
“México se encuentra dentro del 25 por ciento de los países con mayor desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la OCDE”, según menciona Gerardo Esquivel en un reciente estudio acerca de la pobreza y la desigualdad.
Las cifras que muestra el último estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) sobre la pobreza hablan por sí solas, son dramáticas y nos ponen a reflexionar. Veamos algunos de ellos en donde se muestra la cifra (en millones) de 2014 y entre paréntesis la de 2012.
Número de pobres 55.3 (53.3); porcentaje de la población total 46.2 por ciento (45.5 por ciento); en pobreza extrema 11.4 (11.5) equivalentes al 9.5 por ciento (9.8 por ciento) de la población; mexicanos con ingresos inferiores a la línea de bienestar 53.2 (51.6) y del bienestar mínimo 20.6 (20.0); pobreza entre nuestros hermanos indígenas 73.2 por ciento incluyendo la extrema 31.8 por ciento y en el sector rural 61.1 por ciento y la extrema 20.6 por ciento; población con ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo 20.6 por ciento (se compara en este caso con la de 2010 que ascendió a 19.4 por ciento) lo que indica que tenemos 2.4 millones más de personas en este rubro (10.9 por ciento de los mexicanos).
Los cuatro estados con la pobreza más aguda son (señalamos entre paréntesis la pobreza extrema): Chiapas 76.2 por ciento (31.8 por ciento), Oaxaca 66.8 por ciento (28.5 por ciento), Guerrero 65 por ciento (24.5 por ciento) y Puebla 64.5 por ciento (16.2 por ciento).
Unas cuántas, sólo unas cuántas cifras en relación con la pobreza, pero suficientes para revelarnos la magnitud del problema que afecta a cerca de la mitad de los mexicanos. Uno de cada cinco se encuentra en pobreza extrema y hay estados, como los señalados arriba, en donde más de la mitad de la población se encuentra en situación de pobreza.
Todo muy bien, o mejor dicho muy mal, pues si a esto le agregamos la desigualdad donde sólo agregaremos que de acuerdo con Gerardo Esquivel 1.0 por ciento de la población posee 43 por ciento de la riqueza del país, nos encontramos frente a un problema explosivo que viene desde años atrás sin poder mejorarse y que más temprano que tarde pudiera desatar una conmoción social impulsada por “los olvidados”.
El problema de la pobreza está ampliamente diagnosticado pero poco abordado en lo que toca a sus soluciones de fondo. Las que hasta ahora ha aplicado el gobierno mexicano han sido fundamentalmente asistencialistas y sus resultados no son satisfactorios.
Pero debemos matizar esta información para ubicarla en su justa dimensión: los programas del gobierno Progresa, Oportunidades y el que opera en la actualidad, Prospera, aunque perfectibles y con contradicciones, sí han contribuido a crear capital social y con esto a reducir carencias, particularmente en los terrenos de educación, salud y vivienda tal como lo ilustran los datos del Inegi y del Coneval.
Una aportación a la solución de este problema que se está contemplando en la Fundación del Empresariado Mexicano (Fundemex) es el impulso a “empresas sociales” que dentro de un espíritu cooperativo permitan a sus integrantes generar riqueza para salir de su pobreza, a través, entre otras cosas, de generar alianzas con el sector productivo. Las empresas –clientes–podrían transmitir su experiencia a sus proveedores –empresas sociales– y lograr con esto una contribución de enormes dimensiones sin sacrificio alguno de sus utilidades, porque expulsar de las estadísticas de la pobreza a millones de mexicanos significa aumentar el consumo en forma destacada, beneficiando con ello la generación de riqueza empresarial y causando lo que resulta indispensable: más y mejores empleos. Una fórmula en la que todos seríamos ganadores.
¿Qué esto requiere un gran esfuerzo? Sin duda, pero somos muchos los que tenemos la convicción de que es posible y que es una valiosa aportación para que, con la participación efectiva del empresariado mexicano, se ataquen dos de los mayores problemas que sufre nuestro país: la pobreza y la desigualdad. Si logramos reducir drásticamente la primera, tendrá consecuencias favorables sobre la segunda y todos seremos ganadores. Se avanzaría, paso a paso, sin prisa pero sin pausa, pensando no sólo en el corto sino también en el largo plazos, hacia la construcción de ese México que muchos queremos: Un México con una poderosa clase media conquistada a través del autodesarrollo de los hasta ahora “olvidados”, apoyado en este caso por grandes, medianas, pequeñas y microempresas, socialmente responsables. Se ha avanzado sin duda en este proceso –en la construcción de la clase media– pero tenemos que redoblar, todos, nuestro esfuerzo.
Todo gran proyecto empieza por un gran sueño. Empecemos ahora a conquistarlo antes de que sea demasiado tarde.