Las emociones o afectos son parte esencial de nuestro equipaje humano. Sus fundamentos son biológicos y son esenciales para la supervivencia de la especie. Durante el proceso de socialización vamos aprendiendo a encauzarlas y manifestarlas de manera aceptable para el entorno cultural en que vivimos. Aprendemos a expresar el enojo, la alegría, el amor, la ternura, la tristeza, de acuerdo a ciertas normas que nos impone el medio que nos rodea. Cuando estas expresiones emocionales son exageradas o no corresponden al estímulo que, supuestamente, debería generarlas, se estima que hay un trastorno afectivo.
Vemos entonces que las emociones tienen fundamentos somáticos (genéticos), psíquicos y socio-culturales. Es importante tener presentes estos componentes cuando tratamos de determinar si una emoción o serie de emociones pueden considerarse normales o si estamos ante un trastorno afectivo. El término depresión se emplea en tres sentidos: como síntoma, síndrome y enfermedad.
Lo que denominamos depresión es un conjunto de síntomas caracterizados por tristeza, falta de energía e interés , trastornos en el sueño, bien por exceso o por insomnio, en la alimentación (pérdida de apetito o exceso de ingesta de alimentos), pensamientos negativos, sentimientos de culpa, pesimismo, sensación de vacío, de inutilidad, irritabilidad, dificultad para concentrarse y tomar decisiones, pérdida de memoria. Preocupación con la muerte y, en casos extremos, intentos suicidas o suicidio. También puede presentar síntomas físicos persistentes que no responden a tratamiento, como dolor de cabeza, trastornos digestivos, dolor crónico, ansiedad…
La incidencia de depresión es dos veces mayor en mujeres que en hombres. La mayoría de las personas tenemos momentos o días depresivos con síntomas leves que no nos impiden desarrollar nuestras actividades cotidianas aunque nos sintamos “bajos de pilas”, “depres”, etc. Generalmente estos sentimientos son más acentuados por la mañana y disminuyen a medida que avanza el día. No suelen ser de larga duración y una actividad placentera como un deporte, ir de compras (remedio de las mujeres) o estar entre amigos hace que mejore o, incluso desaparezca.
Si los síntomas, aunque sean leves, persisten por más de dos meses sin mejoría, podemos considerar que hay un síndrome o trastorno depresivo, especialmente si incluyen sentimientos de tristeza, minusvalía, vacío, pesimismo, pérdida de impulsos vitales, culpa. En estos casos una ayuda psicoterapéutica o una actividad física que incremente las endorfinas pueden mejorar la sintomatología.
Si la depresión es mayor y el individuo no puede realizar sus actividades cotidianas, ir al trabajo, estar con la familia, nada le interesa, está fatigado, la ideación suicida es recurrente, es necesario el tratamiento con fármacos además del apoyo psicoterapéutico. En casos severos puede ser necesaria la hospitalización temporal para evitar el riesgo suicida.
Está demostrado que en la depresión existen alteraciones en los neurotransmisores a nivel de la sinapsis (espacio que conecta una neurona con otra) del Sistema Nervioso Central, aunque no está establecido que ello sea la causa de la depresión. Como se mencionó al inicio, la depresión tiene aspectos somáticos, psíquicos y sociales.
Las causas de la depresión se catalogan en exógenas o endógenas, es decir generadas por algún evento externo al sujeto como la pérdida de un ser querido, un empleo, facultades físicas disminuidas debido a la edad o enfermedad y muchas otras más. Se consideran de origen endógeno las debidas a factores genéticos, hormonales, o psíquicos como pérdida de autoestima.
Considero que el incremento en la incidencia del trastorno depresivo a nivel mundial está relacionado con las características de los tiempos en que vivimos, lo que haría de los determinantes sociales la causa más importante de la depresión. El deterioro planetario, el incremento de la violencia e inseguridad, el abismo que divide a los pocos muy ricos de los que están en la extrema pobreza; el negro panorama del desempleo; el fenómeno de la globalización de los medios de comunicación que nos hace enterarnos de todas las tragedias que ocurren en cualquier parte del mundo, por mencionar sólo unos cuantos. Todos estos factores nos confrontan a la pérdida, tanto de las posesiones como de la vida, o al temor de esta posibilidad a gran escala, generando una sensación subjetiva de impotencia, enojo y desesperanza que se manifiesta a través de la depresión.
¿Debemos considerar esta depresión como patología individual o como consecuencia de una patología global…? ¿Será el tratamiento adecuado el dirigido solo a la sintomatología clínica individual o también a organizar acciones sociales que ayuden a modificar las causas globales…?