DESCALABRO ARGENTINO. En el 2019, escribimos un artículo en esta misma Revista GENTE Quintana Roo, titulado “El Descalabro Argentino” https://revistagenteqroo.com/el-descalabro-argentino/, donde reflexionábamos sobre la realidad política de nuestra hermana República Sudamericana, que en ese momento daba un giro de 180º en su política, al elegir como su presidente a Alberto Fernández, representante del Partido Justicialista – de corte izquierdista.
Esto después de haber sufrido graves embates económicos y sociales en los cuatro años del gobierno conservador de Mauricio Macri; gran exponente del neoliberalismo, al más puro estilo de Carlos Menem.
Lamentablemente, la historia se repitió. Después de haber iniciado su gobierno, con una gran expectativa civil y una popularidad del 80%, al término de su mandato, el izquierdista Alberto Fernández (2019-2023), es repudiado por 7 de cada 10 argentinos. La economía de esa gran nación, no solo mantuvo la crisis y la devaluación heredadas por el macrismo, sino que siguió debilitándose estrepitosamente, al punto del colapso.
Cuando se pensaba que no se podía estar peor, al dejar Macri el poder con una inflación del 54%, Alberto Fernández termina su mandato con cifras de inflación interanual que rondan el 150%, con la consecuente subida de precios al 120% en el 2023, convirtiéndose el peso argentino en la moneda más débil del mundo, según el Bank of America.
Varios factores ajenos al gobierno peronista, contribuyeron a esta dolorosa debacle. De inicio, la enorme deuda ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), pactada por su antecesor Mauricio Macri. Luego, la llegada de la pandemia a tan solo unos meses de haber iniciado su gobierno, golpeó severamente la economía; como lo hizo en todo el planeta, y a ello se sumó este último año, la millonaria pérdida de exportaciones agrícolas argentinas a causa de la peor sequía en seis décadas.
Tampoco ayudó en nada la desavenencia política recurrente entre el presidente Fernández y Cristina Fernández; su vicepresidente que había gobernado al país sureño en dos periodos consecutivos, sucediendo a su esposo Néstor Kirchner y que contaba con tal capital político que desarmaba cualquier intentona gubernamental por parte del ejecutivo, dejando así de lado la gobernabilidad del país, por una lucha interna de poder.
La historia nos ha mostrado cómo los argentinos son muy dados a elegir electoralmente, con el hígado, no con la razón. Esta última vez, no fue la excepción. Ante el hartazgo, la desilusión y la falta de esperanza, optan por “castigar” a sus gobernantes apoyando propuestas políticas, no solo diametralmente opuestas, sino irracionales e impulsivas, cargadas de odio, irresponsabilidad e ironía.
Tal es el caso de Javier Milei, el flamante presidente de Argentina, de ideología ultraconservadora que alaba a Carlos Menem, al considerarlo el mejor presidente de la historia y quien es muy cercano a Mauricio Macri; ambos exmandatarios perpetradores de las grandes privatizaciones empresariales en el país y de las impagables deudas ante el FMI, tan repudiado -justificadamente- por sus habitantes.
No solo eso, Milei festeja el trabajo hecho por Domingo Cavallo al frente del Ministerio de Economía en tiempos de Carlos Menem, aun cuando su deseperada estrategia económica, coloquialmente llamada “el corralito”, provocó en el 2001, una guerra civil con decenas de muertos, al bloquear las cuentas bancarias de los argentinos ante la inminente crisis económica que se avecinaba.
Argentina vuelve al neoliberalismo radical, con un presidente todavía más radical, que promete “romperlo todo”. Romper las instituciones, romper el sistema, abolir el banco central, dolarizar la economía y desarmar los programas sociales.
Apenas hace unos días, en su discurso de investidura como presidente, Javier Milei aseguraba de manera fatalista que los próximos años habrá más pobreza, más hambre e hiperinflación y apenas su ministro de Economía, Luis Caputo, anunció una devaluación súbita del 51% en el peso argentino, con el aumento del tipo de cambio oficial de 400 a 820 pesos por dólar, así como el recorte de subsidios a energía y transporte y la liberación de las importaciones.
A pesar del panorama tan oscuro que afronta la Argentina, es importante tomar en cuenta que el disruptivo presidente ultraderechista, es el mandatario con menor margen de maniobra política en el Estado. Requiere forzosamente de la negociación con los demás partidos que tienen mayoría en el Congreso.
Se hace de un gabinete acotado, pero importado de las propias “castas políticas” que tanto critica, pues, aun cuando repudia severamente a los políticos tradicionales, considerados por él como privilegiados de la actual situación, ha incorporado a dos asesores económicos a su partido, que fueron funcionarios en la presidencia de Carlos Menem (1989-1999).
Así también, se alía a la esfera política más cercana a Mauricio Macri, eligiendo nuevamente como Ministra de Seguridad a Patricia Bullrich. No podría ser de otra manera. ¿Dónde va a conseguir políticos no tradicionales, que le ayuden a gobernar con su ínfima experiencia legislativa?
La crítica realidad que vive hoy en día Argentina, es producto de su propia idiosincrasia. Cada partida electoral reafirma este indescriptible comportamiento de su ciudadanía, que incide reiterativamente, en sus propios errores. En sus propios “autogoles” políticos, como atinadamente lo define el ejecutivo mexicano.
*Rebeca Rodríguez Minor. Maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos). Doctorado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Co-autora del libro La reconstrucción de la política exterior de México: principios, ámbitos y acciones, de Jorge Navarrete (coord.) editado por la UNAM. Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac. rebeca.rodriguez@anahuac.mx