El 8 de marzo es siempre un buen pretexto para voltear a ver qué es lo que está pasando en materia de violencia hacia las mujeres. Un tipo de violencia de la que no se habla mucho es la violencia obstétrica, que se vive predominantemente en las clínicas y hospitales, particularmente en las salas de parto
La violencia obstétrica se entiende como los actos de agresión verbal, física o simbólica que se da hacia las mujeres durante el embarazo, parto o puerperio por parte del personal médico, de enfermería o en general, del sistema de salud. Este tipo de violencia constituye una violación a los derechos humanos que puede provocar daños a la salud física o mental de la madre o el bebé o incluso la muerte de alguno de los dos.
Este tipo de violencia tiende a darse ante la visión machista de que las mujeres tienen que sufrir como parte de la experiencia de la maternidad, o del hecho de que se vea con inferioridad a algunas mujeres. Particularmente a aquellas con escasos recursos y las indígenas, quienes tienen mayor probabilidad de experimentar violencia obstétrica debido a la discriminación y al estigma hacia su reproducción.
De acuerdo al informe de la iniciativa de monitoreo social “Mira Que Te Miro” del 2017, menos de la mitad de países en América Latina cuentan con mecanismos adecuados para atender las quejas por violencia obstétrica, por lo que se vuelve complejo conocer con exactitud la magnitud del problema. En muchas ocasiones, las mujeres consideran que el maltrato por parte del personal de salud es “normal” y por tanto no interponen quejas al menos que haya habido una consecuencia física.
Convertirse en madre en el siglo XXI no debería representar un proceso peligroso o denigrante
Estudios realizados en el Instituto Nacional de Salud Pública reportaron que hasta un tercio de las mujeres que han tenido hijos en la última década, pudieron haber experimentado violencia obstétrica. Algunas expresiones de esta violencia incluyendejar esperando a las mujeres durante horas para atender el parto; realizar cesáreas cuando no son necesarias; tactos vaginales violentos; uso excesivo de presión abdominal (maniobra de Kristeller) así como burlas o expresiones ofensivas relacionadas con el sexo o con el número de hijos.
En el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo —uno de los acuerdos multilaterales más importantes en América Latina— todos los países de la región se comprometieron a brindar atención obstétrica humanizada de calidad, pero pocos países se han preocupado por asegurarse de que en los programas de formación del personal de salud se sensibilice sobre la importancia del respeto a los derechos de las mujeres. O que, por otro lado, los protocolos de atención pongan límites a las prácticas abusivas que pueden darse en la atención al embarazo o al parto.
Cabe mencionar que muchas veces la mala calidad de los servicios no depende solo de los individuos, sino también de la disponibilidad de insumos médicos o la organización de los sistemas de salud que son asuntos más estructurales.
En México y prácticamente en toda América Latina la mortalidad materna ha disminuido significativamente en las últimas dos décadas. Esto está relacionado principalmente con un mejor seguimiento profesional del embarazo y una atención especializada de los partos. Sin embargo, existen muchos pendientes relacionados con la calidad de la atención y a la capacitación al personal de salud para el trato digno y con apego a los derechos humanos, como lo explica el Informe Regional sobre la Implementación del Consenso de Montevideo que elaboró la CEPAL en 2019.
El #8M, día internacional de las mujeres es una buena ocasión para recordar que la violencia de género toma muchas formas. Todas ellas hay que erradicarlas: el acoso sexual, la violencia de pareja, el feminicidio, pero también otras formas menos visibilizadas como la discriminación en los servicios de salud, el embarazo forzado y la violencia obstétrica.
Es urgente crear leyes y protocolos que garanticen la atención obstétrica de calidad y más urgente aún, capacitar y sensibilizar a todo el personal. Convertirse en madre en el siglo XXI no debería representar un proceso peligroso o denigrante. Hagamos que #NiUnaMás sufra violencia durante el embarazo, el parto o el puerperio.
Con información de Huffpost