Editorial Diciembre 2007 – Enero 2008

Nos guste o no, hoy día no hay de otra. En las democracias modernas, los partidos políticos son indispensables, aun cuando casi ya todos los mexicanos pensamos que ningún instituto responde a los intereses del país; que ninguno se acerca siquiera a las expectativas de la sociedad, en fin, que no están a la altura de las circunstancias, de los desafíos tecnológicos, sociales y económicos actuales. Pero, nos guste o no, aún con todos sus defectos, los partidos existen y deben existir; son organizaciones que crean y sustentan muchas de las instituciones del Estado; en lo fundamental, se supone que son los constructores de los regímenes democráticos, que son actores distinguidos en los procesos de transición a la democracia y pueden ser, además, los principales garantes de la profundización y consolidación de la misma.
Y… ¿qué son los partidos políticos, cuáles son sus tareas en una democracia, qué diferencias presentan respecto de otras organizaciones, cuál ha sido su evolución histórica, por qué son tan importantes en la vida política moderna, cómo son reconocidos jurídicamente, cómo se clasifican y cuál es su futuro? Las funciones de los partidos en las democracias han sido clasificadas atendiendo a dos vertientes: la social y la institucional; es decir, se supone que cuando un ciudadano se afilia, no está buscando una chambita para cobrar un sueldo sino se está comprometiendo a la socialización política, a la movilización de la opinión pública, a la representación de intereses y a la legitimación del sistema político.
La vertiente institucional se refiere a lo que sucede en cualquier país: desde un instituto político se recluta y selecciona a los gobernantes, o sea que el asunto obedece a la necesidad que tiene cualquier sociedad de contar con un grupo dirigente que se encargue de la cosa pública, de la administración de los asuntos comunes, porque ni modo que todos nosotros, los más de cien millones de mexicanos estemos ahí metidos por ejemplo en el Congreso de la Unión; por supuesto que sería una locura; de ahí que los partidos presentan candidaturas, llevan a cabo la totalidad de la campaña electoral, determinan qué candidatos o afiliados participan, designan representantes en las mesas electorales, participan en la totalidad del escrutinio y están legitimados para plantear los recursos que consideren oportunos y sean procedentes en materia de derecho electoral.
Ni más ni menos que su papel resulta imprescindible en la organización y composición de los poderes públicos, principalmente del poder legislativo. Si prescindimos de los partidos para organizar la vida política ¿qué sustitutos tenemos con mejores garantías para la vida democrática y su desarrollo? En las actuales circunstancias no contamos con organizaciones de reemplazo que continúen realizando las funciones de los partidos. Si bien debemos admitir que algunos de plano son obsoletos, la realidad es que sin partidos que organicen y estructuren en alguna medida la competencia por el poder en todos los niveles del gobierno, la democracia, sería imposible. A votar este 3 de febrero.

Yvette Hesse

Dirección General