La cultura del futuro deseado

Cultura es sinónimo de civilización y progreso

José Sarukhán.

 
Una de las tareas más importantes y trascendentes de la administración pública, ya sea en el orden federal, estatal o municipal, y sin importar el tamaño, aptitudes económicas y potencialidades de desarrollo, es la planeación. Esto cobra vital relevancia en los actuales momentos, toda vez que se iniciaron en el Estado, nuevas administraciones municipales. La experiencia de los resultados, demuestra que esta función toral ha sido con mucho, el “talón de Aquiles”  de los gobiernos en turno, cualesquiera que sea su ideología política que lo llevó al ejercicio del poder por la voluntad ciudadana.
Las deficiencias y contradicciones en la materia, no se deben a que sea desconocida su importancia o el papel estratégico que juega en un buen gobierno. Por el contrario, las inconsistencias de la planeación gubernamental se deben a una serie de factores mediáticos que al desvirtuar su metodología y procesos, conducen a resultados no deseados.
El desconocimiento real y puntual del estado que guarda la administración municipal que permita un diagnóstico y pronóstico viable y razonable da pie a toma de decisiones equivocadas. Los intereses en pugna, los contubernios, los compromisos, las urgencias porque el tiempo vuela, la pesada losa de las administraciones anteriores, con todos sus vicios y atavismos, el ejercicio de la función pública bajo el esquema de la ley del menor esfuerzo, y el único interés de alcanzar el mayor capital político, son lastres que obstaculizan y degradan los esfuerzos para una verdadera planeación.
En términos reales, para nadie es desconocido que los municipios están permanentemente en el colapso financiero, que su aparato administrativo es obeso, ineficiente y sin la mística de lo que significa el servicio público. Es tal el peso de la inercia, que a pesar de los intentos por romper paradigmas, la avalancha de asuntos por resolver termina por imponerse, dejando de lado, irónicamente, todo aquello que podría empezar a inclinar la balanza hacia el lado positivo.
Baste señalar el obsoleto y gastado mecanismo utilizado durante las campañas electorales para elaborar los planes de gobierno, que invariablemente se quedan en pronunciamientos muy generales, y que durante la gestión correspondiente sólo sirven para adornar el discurso y medianamente para indicar que ahí la llevamos, así como la única manera que encuentran para solventar el déficit presupuestal, fácil, más impuestos, aunque su justificación y soporte, dejen mucho qué desear, y ello no implique mejorar el ejercicio del gasto.
 
A contrapelo, no hay tarea más significativa en la situación actual que la visualización creativa del futuro deseado. Desde esta óptica inicial, cae por su propio peso la afirmación contundente de que el futuro deseado es un asunto de todos, es decir, de toda la colectividad en general y de cada persona en lo particular. De entrada, se romperían los nefastos paradigmas que han ocasionado que la autoridad y la sociedad parecieran, en los hechos, como entidades aisladas, que no requieren ninguna vinculación, alianzas estratégicas, carentes de objetivos comunes, y en algunos casos depredadores uno del otro. La visualización creativa del futuro deseado, obliga a tomar en cuenta y partir de la visualización del otro.
En materia económica no hay duda, la única manera de lograr mayor crecimiento, lo cual implicaría en automático mayor captación de impuestos, es incentivar la inversión y el empleo. Dicho sea de paso, las reformas fiscales basadas en incrementar la carga de contribución en un esquema de progresividad fiscal, es un inhibidor de la inversión y de la generación de empleos. Discusión que estuvo fuerte en la agenda nacional y tuvo demasiadas aristas filosas, entre ellas, el traslado de lograr mayor recaudación a los estados y municipios.
En consecuencia, la autoridad y la sociedad organizada en sus diferentes sectores deberán sentarse en la mesa de decisiones, para que de una manera horizontal, en igualdad de condiciones y amplia capacidad propositiva y resolutiva, rompiendo así el paradigma de que uno convoca y hace como que toma en cuenta al segundo, y el segundo hace como que propone y participa, lo que no implica realizar sustituciones de las respectivas atribuciones y responsabilidades de cada uno de los actores concurrentes, elaboren, precisen, definan y construyan el futuro deseado.
Este indispensable ejercicio, impone situarse en ese escenario, concreto, viable y posible, para que en un proceso creativo, innovador, funcional y sin duda sistémico, se construya el camino para alcanzar ese futuro deseado. Tal vez así, la planeación no se quede en utopías irrealizables. De esto, todo el mundo está cansado, y lo que es peor, va en aumento su incertidumbre y el desequilibrio social e individual.