La viabilidad de las Reformas

viabilidad de las reformas

Mario Rendón Monforte

Debemos convertirnos en el cambio

que buscamos en el mundo.

Mahatma Gandhi.

 
Durante décadas, en la palestra de la discusión relativa a los grandes temas de la agenda nacional, ocupaba el primer lugar, la necesidad de realizar reformas constitucionales en materia económica, educativa, energética, política y fiscal, entre otros rubros, ya que sin ello el país seguiría viviendo en el siglo XIX. Quienes abogaban por ello, tenían razón pero.…


Alcanzadas las reformas, si bien no fueron con la contundencia y en el sentido deseado, es decir, que de verdad modificaran el fondo, abriendo así las oportunidades para nuevos esquemas de desarrollo, la discusión se centró en la importancia de las leyes secundarias, toda vez que en su construcción estarían los qué, cómos, cuándos, dónde, que pusieran en blanco y negro la concreción de tales reformas.


Quienes abogaban por ello, tenían razón.


Muchas apuestas se cruzaron en el sentido de que sería imposible que se aprobaran las leyes secundarias que le dieran operatividad a un obsoleto esquema de desarrollo. El milagro se dio, y las leyes se aprobaron, a pesar de sus lagunas y contradicciones que a muchos no dejaron contentos, en razón de lo cual, las miradas y las expectativas se orientaron a esperar a que el próximo lunes este país ya sería otro, porque los beneficios y los logros se verían en el cortísimo plazo. Al menos ese fue el velado discurso, a veces explícito y a veces sugerido.


Quienes abogaban por ello, tenían razón.


Por qué entonces la sensación térmica, es cada vez más gélida. Es decir, la economía parece derrumbarse; las micro, pequeñas y medianas empresas desaparecen fulminadas, en tanto la economía informal prolifera en su ideal caldo de cultivo.

Los costos fiscales de los tres ámbitos de gobierno no sólo alcanzan su nivel más alto, sino que también carecen, muchos de ellos, de la más elemental justificación jurídica, y por si fuera poco, el cumplimiento de la normatividad, no importa la materia, se ha convertido en el disfraz perfecto de la extorsión, la persecución, y el acopio de recursos vía las multas y los créditos fiscales.


Es pertinente señalar que la autoridad al ver los efectos de ese acoso fiscal y la presión de los contribuyentes, reconoce que el camino estaba equivocado, y se compromete a que cesará la persecución para dedicarle más tiempo a establecer estrategias para ampliar la base de los contribuyentes, toda vez que aún hay un gran número en la informalidad.


La educación, no se ha movido un ápice hacia la calidad, la formación integral y el saneamiento de un gremio corrupto hasta la médula.


El ciudadano común y corriente, al momento de sacar de su bolsillo el dinero para pagar bienes y servicios cotidianos, nada del otro mundo, estamos hablando de los satisfactores más básicos del bienestar, se enfrenta al incremento generalizado y programado de precios, desde la tiendita de la esquina hasta las grandes cadenas de autoservicio.


La percepción es clara y sencilla, ahora se compra menos cantidad, menos calidad y menos veces. El deterioro del poder adquisitivo está a la vista.


Para estas fechas la tradicional y temida cuesta de enero y de los primeros meses del año, es un indicador palpable del impacto ocasionado por el fracaso de las políticas y estrategias del mundo actual, al menos en materia de crecimiento económico.


En consecuencia, la pregunta obligada radica en identificar en dónde está el meollo del asunto, cuál será ese factor que pueda dar congruencia y sentido a los supuestos avances estructurales; cuál es la sinergia que puede orientar los esfuerzos colectivos y la dinámica gubernamental.


La respuesta es tan antigua como la misma sociedad.


La piedra angular de todo cambio, el detonador de toda modificación de paradigmas y la garante de avanzar en el sentido correcto, está en los valores, la congruencia, la confianza y la conducta ética de las personas que constituyen el ente colectivo.


Perogrullo se debe estar revolcando de risa en su tumba. Pero esa es la verdad. Cada individuo cada institución debe convertirse en el cambio que se busca. Transformarse en un actor protagónico y comprometido.


Dicho de otra manera, cada persona es el cambio mismo y en sus manos está su viabilidad.


Persona física o moral, grande o pequeña, pública o privada, nadie está fuera de la convocatoria para ser y hacer viable el cambio. Éste se gesta, se construye y se opera desde la toma de decisiones más elementales y cotidianas, hasta aquellas que son de gran calado y de impacto masivo.


Congruencia, honestidad y visión de futuro abonarán en erradicar las contradicciones sociales que son las que matan todo cambio.

La viabilidad de las Reformas