En semanas pasadas, el investigador de El Colegio de México, Julio Boltvinik, escribió una serie de artículos sobre diversos autores que han trabajado la Teoría de las Necesidades. No tendría mayor importancia el punto si no fuera porque el tema está enfocado a presentar una perspectiva no económica para explicar cómo el ser humano obtiene sus satisfactores y cómo muchos individuos y grupos, en respuesta a sus necesidades, se han quedado en la supervivencia y la pobreza.
Boltvinik realiza una detallada revisión de varios textos de la psicología experimental y humanista, así como la obra de un viejo conocido: el antropólogo Bronislaw Gaspar Malinowski. Repito, la lectura hubiese pasado a cualquier archivo mental, pero coincidentemente nos llegan noticias del número de pobres en Quintana Roo, según el INEGI: 131 mil 468 habitantes son pobres extremos, el 10% de la población total de la entidad. Esto hace pensar sobre la pertinencia de la lectura.
Abraham Maslow, Edward Deci y Richard Ryan son los psicólogos que revisa el investigador del Colmex, señalando que Maslow fue influenciado por la antropología social malinowskiana para crear la corriente de psicología humanística, la cual se enfoca a la autorrealización, a la salud, a la creatividad, al desarrollo del ser y a la existencia humana.
Los estudios de Deci y Ryan son recientes y arrancan de situaciones contemporáneas: la violencia como lugar común, la alienación y falta de afecto de las personas, la obesidad y la anorexia como epidemias y la irresponsabilidad como algo generalizado. Aquí ya no funcionan los controles, la autoridad está rebasada. Ante ello surge la distinción de dos tipos de conductas humanas: la controlada y la autónoma. En la controlada, se ubican las personas alineadas, sumisas y obedientes; en la conducta autónoma se pueden encontrar a las personas que asumen su actividad con un sentido de interés y compromiso, son personas auténticas.
Posteriormente, Ryan y Aislinn Sapp desarrollan el concepto de bien-estar, la cual se basa en la Teoría de la Autodeterminación. Sobre la satisfacción de necesidades psicológicas el ser se desarrolla. Pero estas necesidades y su satisfacción intrínseca están en relación con un entorno cultural, social. La felicidad del ser no se queda en lo hedónico; necesariamente lo psicológico está ligado a lo biológico, a lo que se necesita para nutrirse. Si existe una privación de bienes, llámese agua por ejemplo, se presenta una “degradación del crecimiento y deterioro de la integridad”. Esto es ya perfectamente medible para entender al individuo y a su grupo. Por lo tanto, son las condiciones sociales las que facilitan o impiden que el bien- estar se logre.
La Teoría de la Autodeterminación junta determinantes psicológicas y físicas y toma en cuenta las condiciones sociales que, en conjunto, permiten el “crecimiento psicológico óptimo, integridad y bienestar”. Del otro lado se encuentra la desmotivación, la degradación y la infelicidad, las cuales se transforman en pobreza, que a la larga mata. Los nutrientes psicológicos para que los seres puedan prosperar, resume Boltvinik, son autonomía, aptitud y sociabilidad. Es decir, capacidad a autorregular las acciones propias, propensión a sentirse capaces de lograr resultados y estar conectado socialmente.
Entonces ya podemos llegar a primeras conclusiones. Deben ser las mismas sociedades las que promuevan esos nutrientes. Todo está en que sean felices y tengan cubiertas sus necesidades. Lo que falta por agregar son otras condiciones existentes, como la discriminación, y otras facetas de la intolerancia que impiden ser felices, desmotivan y degradan. La frustración y la fragmentación pueden ser indicadores que también contribuyen a la pobreza.
Una de las tesis fundamentales de la citada Teoría que reseña Boltvinik es que “la razón por la cual las personas están dispuestas a adoptar e internalizar los valores culturales de su medio, es que al hacerlo así satisfacen necesidades”. ¿Cómo podríamos aplicar esta tesis en sociedades indígenas, hoy tendientes a una hibridación? Se requieren reforzar muchas áreas: autoestima e identidad, entre otras. Las culturas y las estructuras económicas no son iguales, así lo menciona el relativismo cultural y eso puede justificar para muchos un estado de cosas.
En la segunda parte del análisis destaca el reconocimiento que hace a la antropología social y, especialmente, al antropólogo polaco Malinowski. Por esa sorpresiva referencia al autor de Los argonautas del Pacífico sur es que hubo que desempolvar aquel texto de 1944, titulado Una teoría científica de la cultura. Aquel padre del funcionalismo antropológico elaboró también una concepción de las necesidades, partiendo, dice Boltvinik, de una visón biologicista.
“Tenemos que basar nuestra teoría de la cultura en el hecho que todos los seres humanos pertenecen a una especie animal. El hombre como organismo tiene que existir en condiciones que no sólo aseguren la sobrevivencia, sino que permitan un metabolismo sano y normal. Por naturaleza humana, por tanto, entendemos el determinismo biológico que impone a toda civilización y a todos los individuos la realización de ciertas funciones corporales como respirar, dormir, descansar, nutrirse, excretar y reproducirse.”
Malinowski elabora una serie de secuencias vitales que “se encuentran incorporadas a todas las culturas”. A es la columna de impulso, B de acto y C de satisfacción. Pongo tres ejemplos: al impulso de respirar, corresponde el acto de inhalar oxígeno y con ello se satisface la eliminación de CO2 en los tejidos. Al impulso de hambre, corresponde el acto de ingestión de alimentos para satisfacer la saciedad. Es evidente que la imaginaria tabla se refiere a la satisfacción de impulsos individuales.
Para pasar a lo social o cultural, el antropólogo elabora dos columnas, donde en una están las Necesidades básicas y en otra las Respuestas culturales. Van otros tres ejemplos: a la Necesidad del Metabolismo, corresponde la Respuesta del Aprovisionamiento; a la Necesidad de la Reproducción, corresponde la Respuesta cultural del Parentesco y a la Necesidad de Salud, corresponde la Respuesta de Higiene.
De esta forma se puede observar que la cultura tiene un valor para la supervivencia biológica. En la medida en que el ordenamiento de las necesidades aumenta y se ordenan, se pasa de las Necesidades básicas a las Necesidades derivadas o imperativas. En este sentido, ya los imperativos tienen respuestas de otro orden. Por ejemplo, al imperativo de tener un aparato de útiles y bienes de consumo, la respuesta está en la Economía; o al imperativo humano para mantener las instituciones y proveer de conocimientos, se encuentra en la Educación.
Este ejercicio de Boltvinik permite la siguiente pregunta: si las necesidades se ordenan progresivamente, ¿en qué nivel queda la satisfacción de la necesidad artística? Es claro que en sociedades desarrolladas, donde la ingesta de alimentos, la salud y la vivienda están satisfechas, la posibilidad de acceder al arte ya es una necesidad básica; pero no sucede lo mismo con sociedades periféricas, como la nuestra, donde el disfrute de los bienes culturales se encuentra al final de la lista de las necesidades derivadas o secundarias.
Conocer y revisar estas teorías sobre las necesidades permite ver que no son únicamente los indicadores para el desarrollo, como los factores alimentarios, de capacidades y patrimoniales, los exclusivos a atender en el desarrollo social. No está de más conocer viejos y nuevos enfoques para tener una estrategia integral.