En el Foro Económico Mundial de Davos se debate sobre los problemas del planeta.
GINEBRA — Klaus Schwab, fundador en 1971 del Foro Económico Mundial (WEF), asegura que fue su infancia durante la Segunda Guerra Mundial la que le inspiró para crear una organización para hacer un mundo mejor, aunque no está claro si ha conseguido sus objetivos.
Schwab nació en Ravensburg, cerca del lago Constanza, en el sur de Alemania. Estudió en Suiza antes de crear a los 33 años el WEF, conocido como el Foro de Davos, nombre de la estación alpina que reúne cada año durante unos días a empresarios y dirigentes políticos de todo el mundo para debatir sobre los problemas del planeta.
Ingeniero y economista, Schwab sigue dirigiendo a los 80 años su fundación, cuya sede está en Ginebra.
¿Pero la organización logra realmente cumplir con sus objetivos, “mejorar al mundo” o “construir un mundo mejor”?
Para algunos, los encuentros del WEF permiten sobre todo al mundo de los negocios presionar a los gobiernos, sin que nadie los vea.
El director general del WEF, Adrian Monck, asegura que la organización “suscribe a los mayores estándares en materia de gobernanza”.
Autoridad frágil
Cuando lanzó el Foro Europeo de Management, Schwab era solo un profesor de administración de empresas de la universidad de Ginebra, donde dio clases hasta 2003,
Amplió luego las reuniones invitando a empresarios estadounidenses, y logró constituirse una formidable agenda de contactos. El encuentro se transformó en una gran reunión internacional dedicada a las relaciones de negocios y al intercambio de ideas.
En un libro publicado en 2018 dos profesores universitarios de Estocolmo retrataron la evolución del WEF.
“En el contexto de lo que se percibe como un disfuncionamiento de las instituciones a cargo de la gobernanza mundial y un bloqueo de la acción política internacional, el WEF se presenta como una alternativa”, escriben Christina Garsten y Adrienne Sörbom en su libro Un poder discreto: cómo el Foro Económico Mundial moldea la agenda de los mercados.
Con los años, el Foro de Davos pasó de éxito a éxito, atrayendo a la élite económica y política mundial a los seminarios de los Alpes suizos. Se crearon luego encuentros regionales.
Según Sörbom, el WEF se basa sobre una “autoridad frágil”. “Si se quiere ser parte de la nobleza mundial, entonces hay que estar allí”.
¿Bueno o malo?
El WEF, insiste Sörbom, ofrece algo que falta en otros organismos internacionales: un lugar donde los empresarios y los presidentes o jefes de gobierno se pueden reunir “y eventualmente encontrar buenas ideas”.
Pero algunos aspectos son “problemáticos”, observa.
Decenas de jefes de Estado y de gobierno se reúnen todos los años en Davos y el WEF puede considerarse como una organización “sin mandato legal para influenciar la gobernanza mundial pero que tiene la ambición de hacerlo”, escriben Garsten y Sörbom.
Oliver Classen, de la oenegé suiza Public Eye, que participó en manifestaciones y campañas contra Davos, aseguró a AFP que el WEF siempre fue “totalmente dependiente” de las mil empresas que apoyan a la fundación.
Los gastos de adhesión al foro van de 60 mil dólares hasta los 600 mil dólares. Estos gastos permiten a los representantes de las empresas participar en Davos y en otras reuniones el resto del año.
“Schwab tiene la firme convicción de que hacer que la gente hable entre ellos es un objetivo que justifica casi todo”, afirmó Classen. “Lo que no se da cuenta, es que cuando la gran mayoría de esa gente tiene intereses comerciales, es para hacer negocios y nada más”.
Bono
Cuando comenzaron a escucharse protestas contra la globalización a principios del año 2000, el Foro de Davos podría haber temido por su supervivencia. Pero esa ola de protestas parece acabada en la era de las redes sociales.
En paralelo, Schwab abrió el foro a representantes de la sociedad civil. Este año la oenegé Oxfam asistirá para criticar el aumento de las desigualdades y Greenpeace recordará la urgencia de actuar contra el cambio climático. También amplió el acceso a la prensa.
No era algo que Schwab quería hacer, explicó a AFP Christian Borer, jefe de redacción del periódico suizo Blick.
“Se dio cuenta que debía actuar así, si no el Foro se moría”, comentó Dorer. “Solo se interesaba por el mundo empresarial, ahora está más abierto”.
Según Sörbom, el WEF es una organización que tolera la crítica, pero hasta cierto punto. “Se pueden hacer críticas, pero si se es muy crítico, entonces estás fuera, a menos que se llame Bono”, dijo.
Con información de HuffPost