El comportamiento volátil de los mercados internacionales en los últimos meses, genera un panorama de tensión e incertidumbre financiera, pero sobre todo de incredulidad sobre una realidad que hasta hace pocos años nadie hubiera imaginado.
Grecia y la incertidumbre del euro. La severa crisis económica del 2008, desatada por un liberalismo económico desmedido e irresponsable de la primera potencia global, Estados Unidos, dejó ver al mundo una faceta inesperada por parte de los países emergentes. Los también llamados BRIC’S demostraron estar mucho mejor preparados que las naciones industrializadas, para hacer frente a la severa y repentina coyuntura económica.
Hoy, después de tres años de la crisis, nos topamos con la alta probabilidad de una nueva recesión mundial, empapada también de sorpresas inverosímiles. Resulta que las naciones industrializadas siguen demostrando debilidad y poca solidez financiera, con índices de crecimiento económico muy por debajo de economías subdesarrolladas. El pronóstico para la Triada (Japón, Estados Unidos y Alemania) en el 2011, ronda entre el 1 y el 3% de crecimiento interno.
Por si fuera poco, los países europeos que hoy presentan mayores quebrantos en su estabilidad macroeconómica; los ofensivamente llamados “PIGS” (Portugal, Irlanda, Grecia y España –por sus siglas en inglés-), mantienen cifras de crecimiento menores al 1%; mientras economías emergentes como la de Chile, la India, China y hasta Perú, tienen una expectativa de crecimiento mayor al 5%.
¿Cuál es el escenario a futuro del sistema financiero internacional y específicamente del europeo, ante este panorama tan desalentador y cambiante? La situación económica en Europa es el foco de atención global, porque atraviesa por un periodo de transición impredecible, lleno de nuevos retos y realidades nunca antes vistas, que ponen en tela de juicio la credibilidad en la unión monetaria.
Grecia y la incertidumbre del euro. Cuando en 1992 se dio la consolidación de la Unión Europea, con la conformación de un mercado común de profundas dimensiones integracionistas, la creación de una unión económica regional, por medio de una moneda común, ya estaba sobre la mesa y se calificaba como una de las propuestas económicas más inteligentes y estratégicas para el sistema financiero global. Parecía que Europa podía poner en juego la supremacía del dólar con una moneda respaldada nada menos que por Alemania, Francia e Italia, por mencionar los más influyentes.
Hoy, a tan solo una década de que el euro entrara en circulación corriente, vemos una moneda desgastada, con problemas severos internos que nos hacen dudar sobre su efectividad. Grecia, el caso más grave, pone a temblar a los mercados globales todos los días. El hecho de que su deuda actual equivalga al 150% de su PIB, nos da una idea del tamaño del problema; pero no sólo de esa nación, sino de las otras 16 naciones que utilizan al euro como moneda.
No es lo mismo afrontar una crisis económica de manera autónoma, como lo hizo México en el 94, devaluando su peso, a afrontar una crisis cuando tantas naciones se basan en la misma moneda. Esta co-dependencia obliga a las naciones más fuertes -Alemania y Francia- a tomar las riendas del problema, adoptando medidas radicales de ajuste, pero sobre todo de rescate con préstamos exorbitantes a Grecia, (sumados a los créditos otorgados por el Banco Central Europeo y otras instancias), en un intento por evitar el colapso de su sistema.
Sin embargo y a pesar de los grandes esfuerzos, ninguna medida ha sido suficiente, Grecia no tiene con qué pagar, se pronostica un incremento de su deuda al 170% de su PIB en los próximos años y los analistas siguen considerando la declaración de insolvencia griega y hasta su salida de la zona euro, como las medidas menos dañinas para el sistema.
Grecia y la incertidumbre del euro. Pero, ¿Por qué Alemania y Francia sobre todo, se rehúsan a tomar estas medidas y prefieren buscar soluciones de rescate para el país helénico? Porque la salida de Grecia de la zona euro significaría para Europa, aceptar que el sistema de unión económica implementado por ellos, no funciona. El sacar una nación insolvente de la zona euro, para que no afecte a las demás, pone a otras naciones débiles a temblar.
¿Qué pasaría con España, Portugal o Irlanda por ejemplo? Estas economías también presentan cifras de endeudamiento preocupantes, con índices de desempleo elevado y endebles blindajes económicos que podrían hacerlos caer catastróficamente, ante el contagio griego.
¿Qué otras naciones pudieran seguir interesadas en adoptar el euro como moneda a sabiendas de las medidas de expulsión que en un momento pueda tomar la zona euro contra sus economías insolventes?
La situación en la zona euro es complicada y preocupante, sobre todo cuando observamos cómo las naciones no pueden ponerse de acuerdo en la toma de decisiones sobre qué alternativas, reformas o estrategias tomar, para blindar su sistema y mantener su estabilidad monetaria. Recordemos que para que una propuesta se apruebe, las 17 naciones que utilizan el euro, deben aceptarla. Con una nación que no la apruebe, la propuesta no pasa.
Los descalabros financieros persisten y el dólar, aún en su crisis inmobiliaria, toma fuerza ante un euro incierto. Los inversionistas prefieren refugiarse en la moneda líder y tradicional que psicológicamente –pero de manera errática-, representa seguridad y fortaleza, a arriesgar en un euro inmaduro y tambaleante.
Es clara la crisis por la que atraviesa la moneda del viejo continente y también es claro que en gran medida su situación caótica se debe a los pésimos manejos administrativos de unos cuantos. Europa tendrá que ser muy cautelosa y trabajar arduamente para lograr sacar adelante su unión económica y credibilidad monetaria, e impedir que el mal desempeño de unos, termine por derrocar su sistema.