La libra esterlina sufrió su peor devaluación en 30 años, con una caída del 10% el día en que se publicaron los resultados del plebiscito
El evento histórico del cual fuimos testigos hace apenas unos meses, abre un panorama inédito y por demás incierto para la economía internacional. La salida del Reino Unido de la Unión Europea, significa el inicio de un proceso muy largo y desgastante de negociaciones y adaptación, que tomará al menos un par de años.
La coyuntura ya desde ahora, es muy grande. De inicio podemos ver las obvias divergencias políticas entre la intención del propio Reino Unido, por pactar previamente a la oficialización de su salida de la Unión Europea, los acuerdos comerciales y económicos que garanticen al mercado británico su acceso al bloque, y por el otro lado vemos una Unión Europea (especialmente Francia y Alemania) renuente a aceptar el proceso propuesto por los ingleses. Según la postura del bloque primero se oficializa la salida del país y después se harán las negociaciones pertinentes. El argumento es claramente válido. No puede Reino Unido, para protegerse, primero negociar y después cómodamente oficializar su salida. Esto la eximiría de las obligaciones como miembro pleno de la Unión Europea, pero le permitiría mantener los nexos comerciales y económicos convenientes a sus intereses. De esta manera, muy probablemente otras naciones miembro, se verían atraídas a seguir los pasos británicos.
Añadido a esta inicial polémica, se suma la crisis política que el Brexit puede generar en el interior del propio Reino Unido. Escocia e Irlanda del Norte votaron en contra de la salida del bloque y sin embargo, al ser parte del Reino Unido, tendrán que asumir las consecuencias de la salida, que principalmente fue votada por Inglaterra. En el mapa se puede observar claramente la distribución de los votos.
Fuente: Expansión
Esto ya desató la inconformidad de aquellas entidades que mantienen su firme intención de mantenerse como miembros plenos de la Unión Europea; principalmente Escocia, que apenas hace dos años tuvo su propio plebiscito nacional, para votar a favor o en contra de permanecer como miembro del Reino Unido. En ese entonces, el motivo central que inclinó la balanza hacia la permanencia, fueron precisamente las ventajas que para Escocia implicaban el formar parte de la Unión Europea, gracias a la membresía del Reino Unido; ventajas que hubieran perdido de haber decidido salirse del engarce británico. Ahora que ese atractivo ya no existe, se abre la posibilidad a un nuevo referéndum sobre la salida de Escocia del Reino Unido.
A esto se suma la tensión política que puede volver a suscitarse entre Irlanda e Irlanda del Norte. Los ciudadanos de ésta última (perteneciente al Reino Unido) ya se encuentran buscando la manera de hacer valer su linaje irlandés que les permita conseguir su ciudadanía en Irlanda (del sur), de tal suerte que puedan seguir perteneciendo a la Unión Europea. La masividad que se ha presentado en las solicitudes por la ciudadanía, podría volver a levantar las fronteras y restricciones entre ambas Irlandas, poniendo en jaque una vez más la consolidación del Reino Unido.
Vemos los grandes desafíos que se vienen a futuro en términos políticos para los británicos, y a escala global esa especulación también aumenta día a día, toda vez que Reino Unido pretende oficializar su salida del bloque europeo, activando el artículo 50 del Tratado de Lisboa hasta el 2017. Esto implica meses, tal vez hasta un año de ambigüedad y vacilación política que no aporta nada positivo al escenario global próximo.
En términos económicos las consecuencias ya se hacen notar. La libra esterlina sufrió su peor devaluación en 30 años, con una caída del 10% el día en que se publicaron los resultados del plebiscito y no ha podido recuperarse, mientras el Fondo Monetario Internacional tuvo que ajustar a la baja sus estimaciones del crecimiento económico mundial, para los próximos dos años. El Brexit, según el organismo, abre un escenario de incertidumbre tal que impactará fuertemente la inversión internacional y el consumo. Las nuevas proyecciones estiman un Producto Interno Bruto global del 3,1% en el 2016 y de 3,4% en el año siguiente y específicamente para Reino Unido, el FMI considera una baja de casi un punto porcentual en su crecimiento para el 2017.
El embate del Brexit por supuesto también se resiente en América Latina. Sin embargo, según el FMI presenta una proyección más positiva en su crecimiento para el siguiente año, debido a la recuperación de la economía brasileña. En el caso de México, la salida de Reino Unido no es de gran afectación, ya que nuestro comercio con ellos no rebasa el 1% del total y fácilmente se pueden adaptar los acuerdos ya vigentes, en el marco una relación continua bilateral entre ambas naciones.
El contexto sin precedentes del que somos testigos ahora, dejará muchas lecciones y aprendizaje sobre los procesos de integración económica, política y regional que existen en el mundo, pero sobre todo y específicamente implicará para Europa una nueva etapa no nada más de mucho desgaste político, sino de reflexión introspectiva que tal vez los lleve a reescribir sus propios estatutos estructurales y los objetivos últimos de su integración.